Ahora sí que podríamos dormir

A Sexual Fantasy

— By Beckett

Me esperaban 13 horas de viaje en tren a Barcelona. Cuando llevábamos 2, avisaron por el megáfono de que unos mineros tenían obstaculizada la vía y que tardaríamos 3 horas en continuar. Como cosas que hacer, sólo una cafetería. Me crucé con un chico y empezamos a hablar. Tomamos algo y, cuando nos llamaron para volver a retomar el viaje, me dijo que no podría dormir y accedí a estar con él un rato más. Cuando llegamos a mi asiento me besó, se sentó a mi lado y me tapó con una manta. “Qué fraternal”, pensé, hasta que sus manos empezaron a deslizarse por debajo, apretando mis pechos y hundiéndose de pronto en mi vagina. No protesté, estaba demasiado húmeda como para molestarme esa feroz entrada, más al contrario. Me excitaba mucho ver a todos esos pobres angelitos durmiendo a mi alrededor, ajenos a lo que estaba ocurriendo. Sin pensar, le dije “¿tienes condones?” y con cara de resignación me respondió “no, es que no me esperaba...”. Le dije “vamos al baño, nadie se va a enterar, primero entro yo y después entras tú, aunque no podamos hacerlo...”. Me empotró contra la pared, sus manos cogían las mías por encima de mi cabeza y sus labios bajaban hasta mi escote. Tiró de los tirantes de la camiseta y del sujetador hacia abajo, dejando mis pechos libres. Mientras los succionaba, yo miraba en el espejo del lavabo mi reflejo, semi desnuda, siendo lamida por un desconocido, y eso me hacía sentir libre. Le levanté la camiseta; toqué su moldeado torso y lamí sus pezones. Él se alejó para mirarme, me bajó la falda de un tirón y empezó a acariciar mi clítoris. Yo hice lo mismo con él y, al ver su enorme polla, casi me alegré de que no tuviésemos condones. Empecé a recorrela con mi mano. Él me levantó una pierna mientras metía sus dedos enérgicamente dentro de mí. La palma de su mano apretaba mi clítoris, contra la que yo me movía a mi gusto. Con su otra mano, tiraba de mis pezones. Me corrí dos minutos después que él. Sacó sus dedos de mi vagina y los lamió, mientras me miraba con seguridad a los ojos.
Ahora sí que podríamos dormir.

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